Y empezamos la relactación propiamente
dicha. Los probióticos, por desgracia, no me hicieron nada. Pero
nada de nada, ni siquiera por efecto placebo. Cuando llevaba tres
semanas tomándolos, le pregunté a Jemina cuándo me iban a hacer
algo de efecto. Me comentó que era lento, pero que a esas alturas ya
debería notar alivio.
Fui al ginecólogo, porque me tocaba la
revisión después de la cuarentena y para que me recetara
antibióticos, y la visita fue surrealista. Sobre la infección me
dijo que si no tenía fiebre, era imposible que tuviera. Que
amamantar siempre duele (?), que si le había dado el pecho el primer
mes ya le había pasado todas las defensas y que si le quería dar
más, yo misma, pero que a partir de los tres meses era "malcriar".
Me quedé tan de piedra que ni le contesté. Más tarde pensé en
hacer una carta incluyendo esta
información , expresando mi queja y las recomendaciones de la OMS y
la Asociación Española de Pediatría sobre la lactancia materna los
dos primeros años de vida de los niños. Pero la verdad es que lo
fui dejando, aunque redacté la carta en mi cabeza varias veces.
También fui a la Seguridad Social para
que una comadrona me hiciera la misma revisión postparto y
comentarle el tema de la infección. No me sirvió de nada tampoco,
excepto que me recetó Cerazet como anticonceptivo compatible con la
lactancia.
Asi que decidí automedicarme. Es algo
que no debería hacerse nunca, pero estaba desesperada. Leí toda la
información sobre el tema y encontré el nombre del antibiótico que
servía para estos casos, y afortunadamente, en un par de semanas
prácticamente no me dolía. No se fue del todo, tuve que tomar el
otro antibiótico que se recomienda durante un mes hasta que conseguí
la lactancia indolora completamente. Eso fue un sueño. Recuerdo que
el primer día que noté que no me dolía nada en absoluto, estaba
como en una nube. Todo el tiempo ofreciéndole el pecho a la niña,
aunque ella no reclamara nada.
En cuanto a mi historia de amor con el
sacaleches...madre mía, fue digna de un culebrón de esos de
"amor-odio". Gracias a él pude llegar a producir toda la
leche que tomaba mi niña, pero le cogí una manía enorme. Desde el
primer día cogí una libreta y fui anotando, como en un diario, todo
lo que hacía. Por ejemplo, aqui hay unas notas de los primeros días:
14:45 Pruebo pecho, sólo coge 5
minutos, LM en bibe 50 cl. Se duerme
16:00 Extracción: 30cl.
16:30 Pecho (no quiere) Leche fómula:
60 cl.
17:30 Extracción: 30 cl.
18:30 Extracción: 20 cl.
20:30 Pecho (media hora) muy
bien!!!!!!!!!!!!
Al final del día, están las sumas :
Leche artificial: 240 ml. Leche extraída: 220 ml.
Cada día iba sumando, la leche materna
iba subiendo y la artificial, menguando, con sus altibajos, eso si,
que no era matemático. Pero la tendencia era esa.
y asi más de un mes...ahora, al
revisarlo, veo que todo fue un poco anárquico. No seguía ninguna
pauta horaria exacta, iba improvisando. Además, coincidió por
enmedio con las fiestas de Navidad, así que iba con mi bolsa en la
mano, con el sacaleches, la leche de fórmula, los biberones, mi
libreta, la medicación que tomaba (antibióticos y analgésicos). Se
juntaban los días y las noches. Cuando no estaba dando el pecho,
estaba sacando leche, tomando medicación, lavando los cacharros,
esterilizando, cambiando de ropa a la niña, y volviendo a empezar.
Tuve suerte de que J. (mi pareja) estuviera conmigo los dos primeros meses,
porque si no, no sé qué hubier.a hecho.
También fuimos al cirujano pediátrico
para cortar el frenillo
tipo 4 que tenía P. Bueno, no se podía cortar del todo, porque
este tipo de frenillo necesita operarse con anestesia total, pero sí
le hicieron un corte paliativo y noté mejoría en la misma consulta
del cirujano. Estaba muy asustada, pero la verdad es que es un
segundo y prácticamente no lloró. Ponerle los pendientes fue mucho
más dramático, si lo llego a saber no hubiera cedido.
Al principio pensaba que estaba metida
en un túnel sin salida. No hacía más que pensar en que estaba
agotada, que prefería mil veces parir otra vez, por doloroso que
fuera, que lo que estaba pasando para dar el pecho. Además, la
mayoría de comentarios de mi entorno eran de lo más desalentador
"Buf, anda que iba yo a aguantar lo que tú aguantas, biberón y
punto. Si se crían igual!!!". Otras veces eran comentarios
dirigidos a la niña: "Dile a mamá que te de leche de verdad y
no eso", refiriéndose a mi pecho como "eso". "La
verdad es que son ganas de sufrir" "Pues yo tengo una amiga
que ha dejado la teta y está la mar de feliz, ahora está
disfrutando de verdad de ser madre".
La mayoría de los comentarios, por no
decir todos, estaban hechos con buena intención. Pero cuando acabas
de parir , cuando además el parto ha sido tan traumático como lo
fue el mío, cuando tienes las hormonas dando fiestas por tu cuerpo,
estás agotada, dolorida, y sin dormir, se te clavan como puñales y
no, no puedes olvidarlos por mucho que quieras.
La parte buena es que te insensibilizas
con el tiempo, ya se sabe: "lo que no te mata te hace más
fuerte" y eso me ha ayudado a no prestar atención a los
siguientes. Porque los consejos no pedidos y las críticas siguen
durante toooodo el tiempo. Si duermes con ellos, si no lo haces, si
van en brazos, si van en el coche, si están muy abrigados o poco,
si lloran, si van a la guardería, si no van...hagas lo que hagas,
ser madre te coloca un cartel en la frente que invita a todos a
opinar. Pero no hablo del consejo que se da con buena intención y
UNA SOLA VEZ. No. Me refiero al consejo que te dan una y otra vez,
que te repiten cada día y que intentan decirlo de diferentes formas,
delante de gente distinta. Como si fueras tonta, o sorda, o un poco
de cada y no lo hubieras oido a la primera. Seguro que las madres me
entendéis. Lo único que funciona, según mi experiencia es:
1- Asentir con una sonrisa y dar la
explicación pertinente (sólo si es la primera vez que te lo dicen)
2- Asentir con una sonrisa y cambiar de
tema.
3- Asentir con una sonrisa y no hacer
absolutamente nada. Pero nada de nada. Se hace un silencio incómodo.
Sigues sonriendo, como si fueras sueca, o sorda. O las dos cosas. Es
muy divertido, probadlo :-)
Bueno, pues al cabo de un mes y medio,
aproximadamente, la cantidad de leche que me extraía era suficiente
para todos los biberones que se tomaba P. Así que decidí dejar de
una vez por todas el biberón y el sacaleches. Para entonces se
suponía que ya producía toda la cantidad necesaria, lo único que
había que hacer es ponerla al pecho todo el tiempo que estuviera
despierta. Decidí hacerlo un lunes. Planifiqué la semana para no
tener nada que hacer aparte de tener la niña en el pecho, compré
comida precocinada y llené el congelador. Aquella semana subió muy
poco de peso (40 gr.) pero no perdió. Así que seguimos, poco a poco
las tomas eran más efectivas, se dormía después de comer! También
se acabaron los cólicos, que siempre eran por la tarde, siempre
coincidían con las visitas, y siempre hacían que alguien soltara la
frasecita "esta niña ¿no será que tiene hambre?".
También fue cuando comencé a utilizar el fular y a portear
prácticamente todo el día. Empecé a disfrutar de verdad de ser
madre a partir de entonces. Pero los inicios fueron duros, muy duros.
Espero que la experiencia me sirva para disfrutar a M. desde el
primer minuto de vida. En la maleta del hospital voy a ir con todo el
"kit de supervivencia para problemas de lactancia", a
saber: sacaleches, jeringa, biberón calma, vasito, pezoneras. Y
bandolera. Por si acaso.
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